Edición especial jornada mundial de la juventud

Los acontecimientos de la vida de Santa Sor Faustina y San Juan Pablo II mostradas en el presente libro ayudan a percibir mejor el plan Divino, tanto en relación con esos dos grandes Apóstoles de la Divina Misericordia, como en cuanto a la divulgación por el mundo entero del mensaje sobre el misericordioso Amor Divino. Primero, el Se?or Jesús eligió como la confidente de su gran misterio a una joven simple, de escasa formación pero eminentemente devota y con una memoria excelente. Fue escribiendo en su alma las verdades de la Divina Misericordia como si fuera una pizzarra limpia y ella lo apuntó todo con diligencia en el Diario. Gracias a la perseverancia de ella y con la ayuda del beato padre Michał Sopoćko se creó la primera imagen de Jesús Misericordioso y se empezó a rezar la Coronilla de la Divina Misericordia.

No obstante, después de Faustina había de llegar alguien con una personalidad diferente: un eminente teólogo y gran pontífice, que finalizaría la obra comenzada por ella, confirmaría por el poder que correspondía a su cargo la veracidad de la Divina Misericordia, beatificaría y canonizaría a la Sercretaria de la Divina Misericordia, establecería la festividad de la Divina Misericordia, realizaría el acto de consagración del mundo a la Divina Misericordia, consagraría la basílica de Łagiewniki, posteriormente convertida en el centro mundial de la Divina Misericordia. Los sucesores de Juan Pablo II continúan su obra: Benedicto XVI y Francisco, que proclamó el 2016 como el A?o de la Misericordia. Sobre todo ello versa este fascinante libro, recurriendo a la pluma del destacado experto en teología, el sac. catedrático Jan Machniak y a la de Jolanta Sosnowska, una excelente comentarista de periódico, así como a las fotografías del maestro Adam Bujak.

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ÍNDICE

 

I. Card. Stanisław DziwiszPalabra del arzobispo metropolitano de Cracovia

II. Jolanta SosnowskaHelena, que se convirtió en Santa Sor Faustina y Karol, que se convirtió en San Juan Pablo II

III. Cracovia, capital de la Divina Misericordia

IV. Sac. catedrático Jan MachniakLa misericordia une a las personas y las abre unas a otras

V. Białe Morza, Casa del Santo

VI. Academia Internacional de la Divina Misericordia de Cracovia

Asimismo, en 1939 una de las copias de la imagen de Kazimirowski fue colgada en la capilla de la casa de Płock de la Congregación de las Hermanas de la Madre de Dios de la Misericordia, donde Jesús Misericordioso se reveló por primera vez a Sor Faustina. A la capilla del convento de Vilna llegó una copia efectuada por Łucja Bałzukiewiczówna, regalada a las hermanas en 1940 por el padre Michał Sopoćko. Ya en 1937 las primeras reproducciones de dicha copia se publicaron en Cracovia en la casa editorial de Józef Cebulski. La Ápostol de la Misericordia no estaba muy contenta con ellas: ”Estas estampas – escribía Sor Faustina al padre Michał Sopoćko – no son tan bontias (…). Las compran aquellas personas que se sienten atraídas por la gracia Divina y aquí actúa el mismo Dios. Nuestra congregación ya ha comprado suficientes. La madre Irene difunde dichas estampitas y libritos. Hemos hablado que ibamos a distribuirlas incluso en el portón de entrada”. Para la casa de la congregación en Varsovia, en la calle Żytnia, la imagen de Jesús Misericordioso fue pintada en 1942, por un artista de Lviv, Stanisław Batowski.

Un año antes de abandonar este mundo, el 1 de octubre de 1937, Sor Faustina oye las siguientes palabras del Señor: ”Hija mía, necesito sacrificios hechos por amor, porque sólo éstos tienen valor para Mí. Es grande la deuda del mundo contraída conmigo, la pueden pagar las almas puras con sus sacrificios, practicando la misericordia espiritualmente. Comprendo Tus palabras, Señor, y la grandeza de la misericordia que ha de resplandecer en mi alma. – Jesús: Sé, hija mía, que lo comprendes y haces todo lo que está en tu poder, pero escríbelo para muchas almas que a veces se afligen por no tener bienes materiales, para practicar con ellos la misericordia. Sin embargo, el mérito mucho más grande lo tiene la misericordia espiritual que no necesita ni autorización ni granero siendo accesibles a cualquier alma. Si el alma no practica la misericordia de alguna manera no conseguirá Mi misericordia en el día del juicio. Oh, si las almas supieran acumular los tesoros eternos, no serían juzgadas, porque su misericordia anticiparía mi juicio” (D. 1316-1317).

El mismo mes, Faustina recibió el mensaje sobre la Hora de la Misericordia: ”A las tres, ruega por Mi misericordia, en especial para los pecadores y aunque sólo sea por un brevísimo momento, sumérgete en Mi pasión, especialmente en Mi abandono en el momento de Mi agonía. Esta es la hora de la gran misericordia para el mundo entero. Te permitiré penetrar en mi tristeza mortal. En esta hora nada le será negado al alma que lo pida por los méritos de Mi pasión…” (D. 1320).

En otra ocasión, el Señor Jesús se lo explicó a Sor Faustina de una forma más amplia: ”cuántas veces oigas el reloj dando las tres, sumérgete totalmente en Mi misericordia, adorándola y glorificándola; suplica su omnipotencia para el mundo entero y especialmente para los pobres pecadores, ya que en ese momento se abrió de par en par para cada alma. En esa hora puedes obtener todo lo que pides para ti y para los demás. En esa hora se estableció la gracia para el mundo entero: la misericordia triunfó sobre la justicia. Hija mía, en esa hora procura rezar el Vía Crucis, en cuanto te lo permitan los deberes; y si no puedes rezar el Vía Crucis, por lo menos entra un momento en la capilla y adora en el Santísimo Sacramento a Mi corazón que está lleno de misericordia. Y si no puedes entrar en la capilla, sumérgete en oración allí donde estés, aunque sea por un brevísimo instante. Exijo el culto a Mi misericordia de cada criatura, pero primero de ti, ya que a ti te he dado a conocer este misterio de modo más profundo” (D. 1572).

La enfermedad de la Apóstol de la Misericordia va avanzando cada vez más. En ocasiones, la envían para un tratamiento al Centro Municipal Sanitario de Prądnik en Cracovia. Su primera estancia es del 9 de diciembre de 1936 al 27 de marzo de 1937 y, de nuevo, del 21 de abril al 17 de septiembre de 1938. Tras la Segunda Guerra Mundial, dicho centro sanitario se convirtió en un hospital, que en 1990 recibiría el nombre de Juan Pablo II.

A pesar de estar gravemente enferma y muy débil, Faustina no se cuida. Visita a los enfermos llevándoles alegría y, a medida que sus fuerzas se lo permiten, asiste a misa. Nunca se quejumbra ni se queja. A petición de Sor Faustina, el Señor Jesús le revela la fecha de su muerte: la monja comparte este secreto únicamente con el padre Michał Sopoćko, que la visita en el hospital de Prądnik: ”el 26 de septiembre predijo su muerte para dentro de 10 días y el 5 de octubre murió”. Poco antes de irse a la casa de Dios, su director espiritual es testigo de una vivencia insólita: ”Una vez vi a Sor Faustina en éxtasis. Fue el 2 de septiembre de 1938, cuando la visité en el hospital de Prądnik y me despedí de ella para ir a Vilna. Tras haber dado decenas de pasos, me acordé de que le había traído varias decenas de ejemplares de oraciones a la Divina Misericordia, compuestas por ella y publicadas en Cracovia (la novena, la letanía y la coronilla). Volví de inmediato para entregárselos. Al abrir la puerta al cuarto aislado para enfermos en el que estaba, la vi sumergida en la oración, sentada pero casi flotando en el aire por encima de la cama. Tenía los ojos fijados en algún objeto invisible, las pupilas ligeramente dilatadas. En un primer momento no se percató de mi entrada y yo no quería molestarla, de ahí mi intención de retirame; sin embargo, pronto volvió en sí, me vio y me pidió disculpas por no haberme oído tocar a la puerta ni entrar. Yo le entregué dichas oraciones, me despedí y ella dijo: ´¡Nos veremos en el Cielo!´. Cuando, posteriormente, el 26 de septiembre la visité por última vez en Łagiewniki, ya no quería hablar conmigo, o quizás más bien no podía, diciendo: ´Estoy ocupada en comunión con el Padre Celestial´. Efectivamente, daba la impresión de ser una criatura sobrenatural. Entonces ya no tenía la menor duda de que correspondía a la realidad lo recogido en su diario sobre la Santa Comunión, impartida en el hospital por un ángel”.

Sor Faustina predijo al padre Michał Sopoćko, entre otras cosas, la terrible suerte que iba a sufrir Polonia: ”al suspirar se cubrió la cara por la atroz imagen que probablemente había visto”, la suerte de su congregación y, de forma bastante detallada, las dificultades y los acosos con los que se enfrentaría su director espiritual ”en relación con la propagación del culto de la Divina Misericordia y los intentos de instaurar la fiesta del mismo nombre el Domingo in albis (era más fácil soportar todo aquello, convencido de que desde el inicio, así había sido la voluntad de Dios en este asunto)” – escribió el padre Sopoćko en sus memorias de 1948.

La última carta enviada a finales de agosto de 1938 por Sor Faustina a la madre general Michaela Moraczewska está llena de expresiones de agradecimiento, humildad y sumisión, así como de palabras de disculpa por cualquier fallo que hubiera cometido en la vida conventual. Sor Faustina la firma como: ”la máxima miseria y nulidad”. ”Se estaba muriendo conformada con la voluntad de Dios – recuerda Sor Cayetana. – A lo largo de las últimas plegarias estaba muy tranquila. No quiso inyecciones analgésicas”.

Al alcanzar la edad de Cristo, esto es los 33 años, se fue a casa de Dios el 5 de octubre de 1938, tal y como se lo había anunciado Jesús. Seis horas antes de ello se confesó con el padre Józef Andrasz. Con una sonrisa en la boca y una mirada que se iba apagando pero a la vez alegrándose al ver al Señor. Estaba impaciente por reunirse con Él y a las 22:45 cerró sus ojos para siempre. A pesar de que se llamaba a sí misma la nulidad, los frutos de su vida aparentemente insignificante traerían al cabo de varios años una gran cosecha en todo el mundo.

Aún en el primer cuaderno de su Diario (en total fueron seis), Sor Faustina anotó: ”Siento muy bien que mi misión no terminará con mi muerte, sino que empezará. Oh almas que dudan, les descorreré las cortinas del cielo para convencerlas de la bondad de Dios, para que ya no hirieran más el Dulcísimo Corazón de Jesús con desconfianza. Dios es Amor y Misericordia” (D. 281).

Al funeral de Sor Faustina celebrado el tercer día después de su muerte, el 7 de octubre, acudieron, tal y como anotó Sor Cayetana, ”muy numerosas hermanas, padres jesuitas y unas cuantas personas laicas”. El padre Władysław Wojtoń celebró la Santa Misa en el altar principal y el padre Tadeusz Chabrowski, en el altar del Corazón de Jesús. Precisamente, era el primer viernes del mes y la fiesta de la Virgen del Rosario. Conforme a la voluntad de Sor Faustina, en las solemnidades no participaron sus padres, puesto que ella no quería exponerlos a correr con los gastos del viaje entre Głogowiec y Cracovia. Tampoco acudió jerarca alguno ni el padre catedrático Michał Sopoćko, que lo comenta secamente en sus memorias: ”Por falta de tiempo no pude ir al funeral”.

Al poco tiempo de la muerte de la Apóstol de la Misericordia comenzaron a producirse milagros, lo que continúa hasta hoy. Uno de los primeros fue la conversión de Janek, desde varios años trabajador no creyente de la finca de Łagiewniki, que, al ver a Sor Faustina en el ataúd, dijo únicamente: ”¡Qué impresión me ha causado esta persona!” – lo que fue una señal de la gran transformación de este hombre por intermedación de Faustina. Las hermanas de Łagiewniki que recibieron sus objetos (en una orden es algo habitual, sin embargo es sorprendente que no se haya pensado en conservar tales objetos como reliquias de la Mística): una, su capa de abrigo, otra, su hábito y anillo, con frecuencia se dirigían a Dios por intercesión de Faustina experimentando gracias. Con el paso del tiempo, el culto se fue intensificando. Comenzó a llegar a la tumba de Sor Faustina un número cada vez mayor de personas. Al inicio de la Segunda Guerra Mundial, la capilla del convento de las hermanas de Łagiewniki se abrió también a los fieles. Igualmente, acudía a ella el arzobispo Adam Sapieha.

 

Un año después de la muerte de Faustina, murió Eugeniusz Kazimirowski, el autor de la primera imagen de Jesús Misericordioso. La pintura efectuada por dicho artista, con la inscripción ”Jesús en Ti confío” en su marco, (entonces todavía no formaba parte integral de la imagen) se colgó al lado del altar mayor en la iglesia de San Miguel, cuyo rector era el padre Sopoćko. Ello fue posible gracias los intensos esfuerzos de este último y con la aprobación del arzobispo Romuald Jałbrzykowski, metropolitano de Vilna (en 1941 convocaría una comisión especial de peritos, que dictaminaría que la imagen cuenta con significativos valores religiosos y artísticos). Sin embargo, en 1951 el metropolitano emitiría un dictamen desfavorable sobre el oficio religioso de la Divina Misericordia.

La imagen debidamente venerada durante 11 años en la iglesia de San Miguel de Vilna, habría sido más conocida si hubiera permanecido en Ostra Brama. Al padre Sopoćko no le brindaron apoyo ni el arzobispo de Vilna, ni los demás jerarcas polacos, con el primado August Hlond al frente. Este le dijo que en la Iglesia no existía la costumbre de instaurar fiestas en honor a las distintas perfecciones Divinas. En abril de 1939, el padre Sopoćko se dirigió desesperado a Roma, pero no consiguió audiencia ante el papa Pío XII, que se encontraba en la Santa Sede desde el 2 marzo. Ni siquiera le permitieron acudir a la Secretaría de Estado ni a la Sagrada Congregación de Ritos, para que, por lo menos allí, pudiera presentar aquel asunto tan apremiante, que le estaba quitando el sueño.

Además de los intentos incansables de aquel teólogo formado y muy implicado en la obra de la propagación de la Divina Misericordia, esto es, el padre Sopoćko, catedrático, a fin de cumplir las peticiones del Señor Jesús hubo que contar con otro teólogo eminente, que, en primer lugar, asumiría el poder metropolitano y, a continuación, el cargo de Vicario de Cristo. El mismo que introduciría en la Iglesia entera tanto el culto, como el oficio y la fiesta de la Divina Misericordia, una vez cumplidos todos los procedimientos previstos. Sin embargo, en el momento de la muerte de Sor Faustina ese alguien había cumplido tan solo diecinueve años.

Cuando Sor Faustina se estaba muriendo, Karol Wojtyła había aprobado con matrícula de honor el examen de bachiller. Asimismo, le había dado tiempo para mudarse de Wadowice a Cracovia junto con su padre, estableciéndose en el barrio de Dębniki, calle Tyniecka 10, en el entresuelo de una casa perteneciente a los familiares de su madre, con dos habitaciones bastante oscuras y una cocina. En aquel momento, el futuro pontífice estaba empezando a estudiar la carrera de filología polaca en la Facultad de Filosofía de la Unvi-ersidad Jaguelónica de Cracovia. La nueva parroquia de San Estanislao Kostka del barrio de Dębniki con su templo recién levantado se convirtió en la nueva parroquia del padre y del hijo. Es allí donde Karol Wojtyła se aficionaría a la imagen de la Virgen Auxiliadora, y, según sus posteriores palabras, ante la que rezaría afirmándose en su vocación sacerdotal. Asimismo, la Catedral del Castillo Real de Wawel, cuyas torres situadas al otro lado del río Vístula se perciben bien desde Dębniki, seguía permaneciendo cercana al corazón de Wojtyła, debido también a los monarcas y héroes polacos yacentes en sus criptas. Los primeros viernes del mes se confesaba allí ante el padre Kazimierz Figlewicz, su antiguo catequista de Wadowice, asistiendo asimismo a importantes oficios religiosos. Una de sus compañeras de la universidad, posteriormente eminente especialista en filología eslava y comparatista, la catedrática Maria Bobrownicka, le encontró en la catedral el 6 de abril de 1939: ”Estaba presente en Wawel, en las celebraciones del lavatorio de pies del Jueves Santo por el arzobispo Sapieha. Posteriormente, se quedó bastante tiempo ensimismado en sus pensamientos ante la tumba del gran rey polaco Vladislao II Jaguelón. Rezó largo rato en la capilla de Batory ante el Santísimo Sacramento”. Por aquel entonces había todavía escasos índices de que Karol Wojtyła elegiría el camino sacerdotal, aunque desde su más tierna infancia destacaba por su devoción, fue varios años presidente de la Congregación Mariana de los alumnos de colegios de nivel secundario y vivía con profundas emociones cualquier oficio religioso. No obstante, era también amante de literatura, escribía él mismo poesías y actuaba con entusiasmo en espectáculos teatrales. Soñaba con dedicarse a la filología polaca y con ser actor. Amaba a los clásicos de la literatura polaca: a Słowacki, Mickiewicz, Wyspiański…



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